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Oda a Cádiz y al veraneo

MYEDD Porque aunque no hace ni tres semanas que volvimos de vacaciones, parece que hace una eternidad cuando disfrutábamos del dolce far niente en las playas de Cádiz (aunque lo de far niente sea un decir, porque con niños ya se sabe... )

Y es que en esta familia no se conciben las vacaciones de verano sin nuestras dos o tres semanas de playa, en las que la máxima preocupación es si alguien se habrá acordado de comprar hielos para el tinto de verano. Nos conformamos con poco. Lo que viene siendo el veraneo propiamente dicho, el de toda la vida, vaya, el de mi infancia, ese en el que te quitas el reloj el día que llegas y te lo vuelves a poner el que te marchas. Sin wifi, sin móvil, sin televisión... que televisión hay, pero ¿quien la necesita, con estas vistas y con esta compañía?

Munich - Cadiz (o como tener jet lag viajando de Alemania a España)

Si los niños terminan el colegio tal que un miércoles,
ese sábado cogéis un avión y os plantáis en Madrid
y un par de días después en alguna playa de Cádiz (en nuestro caso, concretamente, el Puerto de Santa María)...

Jump!

Un paseo por Gijón

Yo tengo algo con Asturias. Quizás es que mis abuelos maternos eran asturianos (aunque no puedo decir precisamente que lo haya "mamado", mi abuela no era nada "ejerciente" y yo realmente no he conocido Asturias hasta después de casada), que me van los sitios verdes o que soy más de montaña que de playa (menos en verano!)... Me vuelvo loca con un buen pote asturiano y con el queso de Gamoneu y no me importa que llueva (aunque de todas las veces que he ido, que ya son unas cuantas, sólo ha llovido dos días... y muchas noches). Igual por eso soy feliz en Alemania, quien sabe! El caso es que desde que nos trasladamos no habíamos tenido la oportunidad de volver unos días a la tierrina y este año aproveché las vacaciones de Semana Santa para volver con los niños, que aunque el paisaje bávaro es parecido, en el fondo no tiene nada que ver.

Esta vez, como tantas otras, nos pasamos por Gijón, donde después de probar el helado de cabrales, comimos con Kiko e Isabel, que ya son casi como de la familia, y nos dimos un buen paseo con ellos:
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