Nunca olvidaré aquel sábado, hará unos 31 o 32 años, cuando mis padres nos dejaron a mi hermana y a mí en casa de mi abuela materna y se fueron a La Vaguada con mis abuelos paternos, que por aquél entonces vivían en Badajoz y habían venido de visita.
Cuando volvieron a casa, mi abuelo entró primero y me preguntó, como sin venir a cuento, "¿Cual es el regalo que más ilusión te haría?" Creo que esas fueron sus palabras exactas. Y yo, sin dudar, contesté que un perro.
Detrás de él llegaban mi madre y mi abuela y el último que apareció fue mi padre con algo en los brazos, tapado con su gabardina. Aún hoy tengo la imagen en la retina. Sin decir nada, destapó la sorpresa y ahí estaba él, un cachorro de cocker al que pusimos de nombre "Matachel" (lo del nombre es una larga historia!)
Yo adoraba a ese perro y aunque por desgracia no estuvo con nosotros mucho tiempo, nunca olvidaré el momento de su llegada. Es, como dirían en la peli "Del Revés", un recuerdo esencial, el primero que me vino a la mente cuando vimos la película el verano pasado. (Por cierto, si alguien no ha visto la película, ya estáis tardando!)
Entre Matachel y Luna (la siguiente perrita), transcurrieron unos pocos años, pero por mientras tanto pasaron por nuestras vidas un par de gatos, varios conejos, dos hamsters y hasta un corderito. Cualquiera pensaría que vivíamos en una granja, pero no, aunque durante algunos años sí tuvimos la suerte de pasar las vacaciones en una casa maravillosa cerca de Mérida (Hermana, ¡ahí tienes tema para tu blog!) que se prestaba a todo tipo de convivencia con animales porque estaba al lado de una pequeña granja.
Luego vinieron Luna, Kenya, Trasgo y por fin, Tula, que oficialmente es la perra de Olivia y Rodrigo (no sé si en disputa con sus primos), pero que tiene su residencia en Madrid. Olivia la adora.
El caso es que estos días me he acordado mucho de Matachel, de Tula, de mi infancia y de los recuerdos esenciales, porque durante sólo tres días hemos tenido un pequeño inquilino que nos ha dejado, como en la peli (y exagerando un poco) del revés. Aunque yo ya tuve mi dosis canina de pequeña y seguramente por eso ya no soy especialmente fan de los animales domésticos, durante esos días (que ahora me parecen como un espejismo), se me pasaron todo tipo de ideas locas por la cabeza.
Pero ya se me ha pasado.
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