Donde fueres... haz lo que vieres: alemanizándonos

Quien me iba a decir a mí, antes de llegar a Alemania...

... Que me terminaría pareciendo normal comer a las 12h y cenar a las 19h... (o a las 16h, si tienes la suerte de que te invite un alemán. Aunque en cuanto aterrizo en España esto se me olvida).

... Que se me saltarían las lágrimas de emoción al ver una pescadería "de verdad"... (a mí, que siempre he sido más de carne que de pescado).


... Que empezaría a beber cerveza en los restaurantes (sí, yo, la que no podía ni con una caña).

... Que me lo pasaría como una enana en la Oktoberfest y no sólo me pediría una Maß para mí sola (las famosas jarras de un litro de cerveza), sino que me la terminaría y aún me quedaría sitio para un poco más... (ver punto anterior: ¡antes ni una caña! Claro, que ahora tampoco: donde esté una Weißbier bien servida, que se quiten Mahou, Cruzcampo e incluso la Helles. Quien me lo iba a decir...)

... Que me compraría un Dirndl (el traje típico). Dos, para ser exactos. Creo que es la vez que más rápido me he tragado mis palabras... nunca fue más cierto aquello de "donde fueres..." y es que ¡sienta tan bien...!

... Que, no sólo aprendería alemán, sino que además disfrutaría haciéndolo (increíble pero cierto: me encanta este idioma endiablado, a la par que frustrante a veces, aunque el camino es largo y todavía me queda trecho...)

... Que daría la mano instintivamente en lugar de dos besos (incluso a los españoles... ¡no soy la única!) Peeero tengo que decir que cuando alcanzas cierto grado de confianza, los alemanes pasan a darte un caluroso abrazo, llegando a ser casi más efusivos que nosotros! Así que una buena forma de clasificar amigos y conocidos distinguir entre los que te dan abrazo y los que alargan la mano.

... Que me chocaría lo ruidosos que somos los españoles en los restaurantes. Aunque esta característica yo la traía puesta de fábrica.

... Que me lanzaría a la calle al primer rayo de sol, independientemente de la temperatura real en el exterior (a veces muy, muy baja). Te tapas con una mantita de esas que ponen en las terracitas, y tan agusto, oye. Hay que aprovechar mientras se pueda, que aquí nunca sabe una cuanto tiempo va a tardar en volver a salir (el sol).

... Pero que tampoco me importaría salir con lluvia, sobre todo ante la perspectiva de pasar la enésima tarde de vacaciones de invierno con tres fieras que se suben por las paredes (y eso que mis fieras en realidad lo son por lo que comen. Y por lo que discuten).

20140308_Tríptico-Olivia
Olivia saltando de alegría porque hace sol y no se tiene que poner los Matschhose (pantalones de guarrindonguear). Lo siento, ¡tenía que poner estas fotos!

... Que empezaría los Whatsapp con un "Liebe XXX" (querida XXX) y me despediría con un "Liebe Grüße" (un abrazo)... Corrección y educación ante todo, aunque ellos también abrevian (Lb, LG...)

... Y que contestaría el teléfono diciendo mi nombre y apellido (cuando el que llama no es español).

... Que haría planes con meses de antelación (bueno, vale, esta parte no se nos da muy bien, pero estamos en ello).

... Que esperaría ansiosa con ilusión los mercadillos de segunda mano que se organizan periódicamente para, comprar cosas como los esquíes de los niños, libros o quitarme de encima vender juguetes y trastos que ya no necesitamos.

... Que me iba a encontrar a mí misma tarareando canciones alemanas. Frecuentemente.

... Que haría la compra a las 7.45 de la mañana (sí, las calles llevan tiempo puestas y los supermercados abiertos), como la cosa más normal del mundo, después de dejar a los niños en el cole...

... Todo esto ESTÁ PASANDO, y mucho más, que contaré en otro momento.

Eso sí, por mucho que me haya alemanizado, hay costumbres que, a Dios (y a mis lectores) pongo por testigo, nunca adoptaré, como lo de llevar sandalias con calcetines (aunque recuerdo que en algún momento le vi la lógica... que la tenía... creo... ¿o no?), desayunar salchichas blancas o beber agua con gas. ¡Por ahí no paso!