Rincones de Munich: Seehaus am Englischen Garten

El otro día estuvimos dando un paseo por el Englischer Garten, o jardín inglés. Es uno de los parques más grandes del mundo, más grande incluso que Hyde Park o Central Park. Su nombre se debe al estilo de jardinería, que era muy popular en el Reino Unido a mediados del S. XVIII.

Lógicamente en un parque tan grande hay muchas cosas que ver, como los surferos del Isar, que están allí a todas horas, llueve o truene...


También son clásicos la Chinesischer Turm y su enorme Biergarten, siempre lleno de gente...


El Monopteros, un templito griego desde el que se divisa una fantástica vista de Munich, es otro clásico de este parque (otro día me explayaré al respecto, las fotos que tengo de este sitio son antiguas y, sobre todo, mejorables).


Pero en realidad yo hoy venía a hablar de un rinconcito que descubrimos hace poco, que es el Seehaus am Englischen Garten. Donde lo que nos llamó la atención fueron los bancos con dedicatorias como estas:


Donde nos echamos unas risas (bueno, no todos, siempre hay alguno que tiene que dar la nota!)


Y terminamos con un aperitivo, pero a la alemana, que tampoco está mal...


... Sobre todo si es en un entorno como este:


... rodeados de verde y de lago, en uno de los últimos días de sol que hemos tenido por estos lares.

Verona, o la guinda del pastel (tercera y última parte)

Podría empezar esta entrada diciendo que desde que leí Romeo y Julieta siempre había querido ir a Verona... o que la historia me parece taaan romántica, que subir al balcón de Julieta era la ilusión de mi vida. Pero, ni he leído Romeo y Julieta, ni la historia me atrae especialmente. En realidad, cuando F me propuso pasar una noche en Verona, aprovechando nuestro mini viaje "de novios", ni si quiera pensé en Shakespeare. Y sin embargo, a pesar de la lluvia, de las marabuntas de turistas y de que es tan pequeña que en una tarde la tienes vista, no me extraña que Shakespeare se inspirase en esta preciosa ciudad para escribir la que, dicen, es la historia más romántica del mundo.

Según yo, lo de menos son la casa de Julieta y su balcón (que para más inri, se añadió a la construcción original a principios del siglo XX, para adornar la leyenda), y eso que, gracias a la lluvia (o quizás a que fuimos madrugadores), tuvimos la suerte de verlo totalmente vacío.

Es pequeña y se ve rápido, pero tiene el encanto de las ciudades con historia que, además, se mantienen intactas. Porque en el centro histórico, en el interior de la muralla, todo está (aparentemente) como hace unos cuantos cientos de años, y eso, en mi opinión, es lo que la hace más especial. Es una ciudad fotogénica.


Aquí la primera parte del viaje por el Lago di Garda.
Y aquí, la segunda parte.