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Una tarde en... Trieste

Trieste Hace mucho que no publico una entrada de viajes (vaaale, hace mucho que no publico, punto!) y la verdad es que tengo unas cuantas en el tintero, así que vamos con Trieste, bellísima ciudad italiana al norte del Adriático, con mucha historia y preciosos monumentos, que visitamos hace ya casi un año, a la vuelta de nuestro viaje por Istria.

Si son las dos esto es Liechtenstein: de Munich al Lago Como

Pues sí, resulta que para ir de Munich al Lago Como, en Italia, hay que pasar por Suiza, Liechtenstein y Austria. Además de Alemania e Italia, claro! El viaje es maravilloso, aunque se hace un pelín pesado por los más de 100 kms de carretera nacional a través de los Alpes suizos. Carretera de montaña, con nieve (poca) incluso en junio, unas vistas espectaculares y unas curvas... como decirlo... indescriptibles...

Baviera es uno de los Bundesländer donde más tarde llegan las vacaciones de verano (31 de julio), así que, (digo yo que para compensar), en mitad de junio nos dan dos semanitas de vacaciones, a cuenta de Pentecostés, que saben a gloria, porque además en el resto del mundo aún no es temporada alta, con lo que ello implica en cuanto a niveles de gente, precios y atascos.

El primer año ni nos enteramos de que había vacaciones, así que no nos dio tiempo a planear nada en condiciones. El año pasado pasamos unos días en Italia, como conté aquí. Y este año nos hemos alemanizado del todo y nos hemos ido una semanita al Lago Como (esto de alemanizarnos del todo lo digo porque creo que no conozco a ningún alemán que se haya quedado en casa estos días).

ElLagodiComo

Marzo, Abril y Venecia

La última vez que pasé por aquí acababan de terminar las vacaciones de invierno, llovía de vez en cuando y llevábamos botas y jersey. Ahora estamos a las puertas de las vacaciones de Semana Santa, por la ventana entra el sol, los árboles empiezan a florecer y yo hoy no me he puesto calcetines. El caso es que marzo pasó volando, y abril lleva el mismo camino... En realidad he estado ocupada: a finales de marzo, gracias a la recomendación de una amiga profesora, me invitaron al MIS (Munich International School) a impartir unos workshops de fotografía a varias clases. Era mi primera experiencia con niños (aparte de los míos!) y aunque nerviosa no iba (para lo que soy yo, ¿será que estoy madurando?) salí feliz, me resultó muy gratificante hablar de lo que más me gusta y ver tantas caras de interés entre niños de edades muy variopintas...

Además, la semana pasada retomé los cursos presenciales de iniciación a la fotografía que ya empecé a impartir a finales del año pasado. Creo que no lo había comentado aquí, pero en vista de la insistencia de varias de mis amigas, hace unos meses organicé un grupo para enseñarles a usar sus cámaras réflex (y muchas cosas más!) y... ¡resultó genial! Por lo menos desde mi punto de vista. En realidad tendrían que opinar ellas, claro, pero el feedback fue positivo y yo estoy muy contenta.

Bolonia: en busca del canelón perfecto

Por si no lo sabéis, a Rodrigo le gustan los canelones. Pero mucho, mucho!! Así que uno de sus objetivos particulares cuando pisó por primera vez a Italia era hincharse a canelones. O en su defecto, a lasaña. ¿Y qué mejor sitio que Bolonia, cuna de la salsa más famosa del mundo? (eso sí, no nos confundamos, allí la llaman "ragú a la bolognese", eso de salsa boloñesa es para turistas!)

El caso es que al final no encontramos ningún sitio en toda Italia donde sirvieran canelones. Bueno, sí, en Bolzano, donde paramos a la vuelta, pero ese día no tenían!!!! Resulta que, aunque es un plato italiano, no es precisamente en Italia donde más se consume... Si no, curiosamente, en España en general y en Cataluña (donde al parecer es un plato típico ¿?) en particular, como resultado de siglos de comercio con el sur de Italia.

Ahora sí: Treviso. Una microentrada.

¿Sabéis cuando sales de viaje y quieres verlo todo, absolutamente todo? Pues eso nos pasó en Italia esta última vez. Bueno, en realidad a mí me pasa siempre. Siempre me faltan días, horas, una mañana, siempre queda algo que ver y siempre piensas "la próxima vez". Por eso en cuanto empezaron a caer las primeras gotas en Padua, decidimos poner tierra de por medio y salir pitando hacia Treviso. Que yo, si no voy, reviento.

La verdad es que de Treviso, (a unos 30 kms al norte de Venecia) tengo poco que contar, porque estuvimos el tiempo justo como para poder poner esa chincheta en el mapa y decir "yo estuve aquí". Pero lo poco que vimos nos gustó y por eso lo cuento aquí.

Lo primero, un café y una coca cola para levantar los ánimos...

Italian coffee :)

Y luego un paseo por las callejuelas estrechas de esta pequeña joya...

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La Piazza del Duomo...

Treviso: il Duomo

Me llamaron la atención la cantidad de tiendas que había, viviendo en un pueblo alemán pequeño hay ciertas cosas que se echan de menos...! Pero nuestro gozo en un pozo: pronto empezó a llover y tuvimos que poner pies en polvorosa...

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On the road

El primer día de nuestro viaje, en la playa, aquí.
Padua, aquí:
Y Venecia, aquí.   

Padua y Treviso (Italia): quien mucho abarca...

Esto empieza a parecerse más a una guía de Italia que a un blog personal, jajaja!! La verdad es que no viajamos tanto como parece (¡ya me gustaría a mí!) pero cuando lo hacemos, lo aprovechamos a tope.

En la entrada anterior nos habíamos quedado en la playa. Huyendo de la lluvia y del mal tiempo. Después del correspondiente paseo, con el correspondiente helado y las correspondientes fotos (razón  aquí) nos preparamos para visitar Venecia al día siguiente.

Desde que llegamos a Munich, Venecia era uno de los sitios que más nos apetecía ver con los niños, pero no en medio de la lluvia, así que cuando nos levantamos y vimos que la previsión para ese día era de... nubes negras, lluvia y algún que otro rayo, rápidamente pasamos al Plan B, es decir, buscamos otro destino. El sitio más cercano que cumplía todos nuestros requisitos -a saber: sol, o en su defecto, ausencia de lluvia, no más de hora y media en coche, turísticamente interesante...- resultó ser Padua (Padova en italiano), que queda a unos 40 km de Venecia y es conocida, sobre todo, por la basílica de San Antonio de Padua y por su Universidad.

Lo cierto es que nos costó encontrarle el punto. Al principio anduvimos callejeando bastante despistados, niños de morros, adultos pensando "pues vaya... no está mal, peeeero...."

Padua

Padua

Padua

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Padua

... hasta que encontramos, por fin, LA plaza. Prato della Valle, la plaza más grande de Italia, ¡ahí es nada!. Creo que las fotos hablan por sí solas... (y es que, además, el día estaba perfecto para hacer fotos!).

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Sólo esta plaza merece la visita a la ciudad, es monumental, espectacular, preciosa. Quizás porque además no nos la esperábamos y prácticamente la encontramos de casualidad.

También merece una visita la Basílica de San Antonio (de Padua), donde cayó el primer helado de muchos...

Yummy!

Souvenirs

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Dolci

Nos quedó, como siempre, mucho por ver. Es más, nos fuimos con la sensación de que sólo habíamos visto más que la punta del iceberg. Pero otra vez será, los niños mandan y aunque los nuestros se fueron viniendo arriba a medida que pasaban las horas y terminaron dándolo todo... no es cuestión de abusar, que era solo el primer dia.

Además, queríamos aprovechar para visitar Treviso, que nos pillaba de camino "a casa" y es que aunque es verdad que "quien mucho abarca, poco aprieta" (de ahí el título de la entrada de hoy), nunca se sabe cuando tendremos oportunidad de volver. Y, todo hay que decirlo... en Padua amenazaba con llover!

Lo de Treviso sí que fue una visita relámpago, un visto y no visto, vamos, una mera toma de contacto, pero nos alegramos (al menos yo) de haberlo visto. Pensaba contarlo aquí, pero creo que mejor lo dejo para la próxima entrada, que será cortita, una microentrada... pero llegará pronto, I promise!

Aquí está el resto del viaje:
El primer día, desembarcando en la playa, aquí.
Treviso, aquí.
Y Venecia, aquí.   

Un paseo por la playa: volvemos a cruzar los Alpes

En vista de la deliciosa y "merecida" primavera que estamos disfrutando (inundaciones en media Baviera, temperaturas cuasi invernales, calefacción encendida hasta el mes de junio...) y de las dos semanas de vacaciones de Pfingsten (Pentecostés. Por aquello de mitigar un poco el hecho de que los niños tengan colegio hasta el 31 de julio inclusive... Sin comentarios...) decidimos poner tierra de por medio una vez más y escaparnos -ahora sí, la familia al completo- al otro lado de los Alpes. Es decir, a Italia, en búsqueda de algún rayo de sol, a ver si de una vez por todas empezamos a coger color...

La idea era ver Venecia con los niños y aprovechar para hacer turismo por los alrededores. Ilusos de nosotros, elegimos a propósito unos apartamentos a pie de playa, pero nos salió mal la jugada y aunque íbamos perfectamente equipados para disfrutar del mar y la piscina, la ilusión sólo nos duró una tarde... El tiempo no tardó en estropearse también por esa parte y tuvimos que cambiar de planes para evitar los chaparrones. Pero sí, ver, vimos Venecia. Con sol y sin lluvia. Y mucho más, con ayuda de las nuevas tecnologías, claro. Nos hicimos más kilómetros de lo previsto, pero como siempre, mereció la pena. En otra entrada os lo enseñaré, hoy toca un paseo por la playa, con su flora, su fauna, sus nubes negras y su sobredosis de niños, ya que han escaseado en las últimas entradas ;)



La playa





(Olivia me gusta hasta cuando posa)






No son las playas de Cádiz, pero no están nada mal, ¿no?

Segundo día: Padua y Treviso
Tercer día: Bolonia
Cuarto día: Venecia

"And last, but not least", que dirían los ingleses, sí, he cambiado el diseño del blog, yupiii!. Estaba harta del fondo de hojas y las fotos de la cabecera se habían quedado desfasadas. Lo mejor es que lo he hecho todo yo sola, con la ayuda de Meisi y sus cursos. Gracias a ella le he perdido el miedo al css y me he enganchado aún más a esto del diseño. Es más, ya estoy pensando en el próximo cambio de imagen del blog!


Verona, o la guinda del pastel (tercera y última parte)

Podría empezar esta entrada diciendo que desde que leí Romeo y Julieta siempre había querido ir a Verona... o que la historia me parece taaan romántica, que subir al balcón de Julieta era la ilusión de mi vida. Pero, ni he leído Romeo y Julieta, ni la historia me atrae especialmente. En realidad, cuando F me propuso pasar una noche en Verona, aprovechando nuestro mini viaje "de novios", ni si quiera pensé en Shakespeare. Y sin embargo, a pesar de la lluvia, de las marabuntas de turistas y de que es tan pequeña que en una tarde la tienes vista, no me extraña que Shakespeare se inspirase en esta preciosa ciudad para escribir la que, dicen, es la historia más romántica del mundo.

Según yo, lo de menos son la casa de Julieta y su balcón (que para más inri, se añadió a la construcción original a principios del siglo XX, para adornar la leyenda), y eso que, gracias a la lluvia (o quizás a que fuimos madrugadores), tuvimos la suerte de verlo totalmente vacío.

Es pequeña y se ve rápido, pero tiene el encanto de las ciudades con historia que, además, se mantienen intactas. Porque en el centro histórico, en el interior de la muralla, todo está (aparentemente) como hace unos cuantos cientos de años, y eso, en mi opinión, es lo que la hace más especial. Es una ciudad fotogénica.


Aquí la primera parte del viaje por el Lago di Garda.
Y aquí, la segunda parte.

Dando la vuelta al Lago di Garda (II parte)

Continuamos con la crónica de nuestra mini luna de miel en el Lago di Garda. Fueron sólo dos días, tres si contamos el viaje en coche, pero desde luego, muy bien aprovechados. Tomen asiento, que vamos a visitar unos cuantos pueblos hoy...


Este pueblo me gustó mucho, mucho. En realidad es como todos los demás, no sé si fue la luz (empezaba a caer el sol), el Aperol que nos tomamos (sí, eso debió tener algo que ver!), o que verdaderamente tiene un encanto especial, el caso es que lo recuerdo con cariño.


Sirmione es el pueblo más turístico, dicen, el que hay que ver sí o sí. Nosotros hicimos noche allí porque nos venía bien, tal y como habíamos planteado el viaje. Dormimos en un hotelito encantador a orillas del lago y debimos tener suerte, porque no había apenas gente y casi podríamos decir que teníamos el pueblo para nosotros solos.

Y yo volví a madrugar. El tiempo esta vez no acompañó (estaba nublado), pero a pesar de lo que me costó levantarme, me volvió a encantar la experiencia... me carga las pilas esto de levantarme al amanecer, ¡lástima que me cueste tanto!, y creo que lo voy a incorporar en mis rutinas "viajeras" a partir de ahora. Me consta que más de uno y más de dos piensan que estoy mal de la cabeza, pero yo sé que ahí fuera hay gente que me entiende, ¿verdad?

El casco antiguo de Sirmione está en una pequeña península que se adentra en el lago. Y para entrar hay que atravesar el puente levadizo del castillo de Rocca Scaligera, visita altamente recomendable, como veréis a continuación.


Desde arriba del todo se ve perfectamente la península de la que hablaba más arriba: al norte, el lago, al sur, tierra firme. Un sitio privilegiado, ¿verdad?
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Y para los amantes de las ruinas, Sirmione tiene su propia villa romana, "Las cuevas de Catulo", que por lo visto, ni son cuevas, ni son de Catulo, pero bien merecen una visita.

Entre Sirmione y Limone, el siguiente pueblo, hicimos noche en Verona. No nos pillaba precisamente de camino, pero ya que estábamos... Aunque mejor lo cuento otro día, que la patria de Julieta se merece su propia entrada.

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Aquí el tiempo ya no era el del primer día, ni siquiera el del segundo, pero nos dio igual mojarnos. Limone, como su propio nombre indica, es el pueblo de donde viene el Limoncello. Y un sitio encantador y pintoresco, encajado entre paredes de piedra y el lago, y donde casualmente aprovechamos para aprovisionarnos de productos italianos (no seáis malpensados que precisamente Limoncello no compramos).


El viaje terminó en Riva del Garda. A estas alturas todos los pueblos nos parecían iguales, y por eso nos dejamos un par de ellos sin visitar: así tenemos excusa para volver, ¿quién se apunta?

Próxima parada: Verona. 

aquí, la primera parte del viaje.

Desconexión y paisajes italianos: el lago di Garda (primera parte)

Que este invierno ha sido el más largo de la historia no creo que a estas alturas sea ninguna novedad para nadie. Por si eso fuera poco, también ha sido (por lo menos por aquí) el más oscuro que se recuerda. Y, como no, tema estrella de conversación, superado últimamente por "¿eso de ahí es el sol?". Hasta hace sólo unos días, mirabas por la ventana y aún quedaban montoncitos (o montonazos, según se mire) de nieve despistados... es más, seguro que aún queda alguno. Y es que, según dicen por aquí, "April macht was er will", o sea, abril hace lo que quiere, lo que viene a significar que hemos cambiado la nieve por lluvia-cincominutosdesol-máslluvia-parecequevuelveasalirelsol...- y así sucesivamente... siempre tocando madera, porque el año pasado la última nevada fue el día 8 de abril, y ya sabemos que abril se sale siempre con la suya...

Menos mal que al final de nuestra hibernación forzosa, maridín et moi tuvimos la oportunidad (que nos apresuramos a coger al vuelo, no fuera que alguien cambiase de opinión!) de escaparnos un fin de semana sin niños (yuhuuuu!). Elegimos el Lago de Garda, principalmente por su fama de soleado y de "playa de Baviera". Muchos teutones veranean por esta zona, y no me extraña, porque debe ser lo más parecido al mar en 400 kms a la redonda.Y con clima mediterráneo.

En vista de la ausencia de niños protestones ("Mamá, qué pesadaaaa con las fotos!") me pude explayar a gusto, así que mucho me temo que esto da para dos o más bien tres entradas a lo "folleto turístico". Porque visitamos tantos pueblos (7 concretamente, más Verona, que merece su propia entrada) e hice tantas fotos que no me caben todas en una sola. Eso sí, retratos (y autorretratos) casi ninguno. Ooops! Ya subsanaremos eso más adelante.

A título informativo: el Lago de Garda queda a unos 400 kms de Munich. No es grande, es inmenso (el más grande de Italia), tipo mar, y está rodeado de pueblecitos medievales y perfectamente cuidados, todos ellos con su pequeño puerto, sus heladerías, sus tiendas de productos italianos, sus trattorias, sus civilizados turistas alemanes... ay, qué ganas de volver!

Primero, ya que me pongo en plan folleto turístico, un pequeño croquis de nuestro itinerario (faltan pueblos, claro, no nos dio tiempo a verlos todos):

En Malcesine paramos a comer, a pie de playa, como quien dice. La pasta nos supo a gloria y nos encantaron sus callejuelas estrechas y pintorescas...

Torri del Benaco es minúsculo pero precioso, menos turístico quizás que el resto, y muy auténtico, como Malcesine, o eso nos pareció (probablemente porque es donde menos turistas vimos. Vamos, que no había nadie!)


Bardolino ya es más grande, más turístico (o con más ambiente, según se mire). Aquí hicimos la segunda parada técnica: helado! (en honor a los niños, todo hay que decirlo, que nos rogaron encarecidamente que les trajéramos unos cuantos kilos de helado italiano como souvenir).
(Eso que se ve volando es un hidroavión teledirigido, una pasada!!!!)

... continuará.
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