Curiosidades: el "Fahrradführerschein", o carnet de bici

Como ya dejé caer hace unos meses en esta entrada, a mí lo del carnet de conducir no se me dio especialmente bien en su día. A pesar de ser una niña de sobresaliente, el examen teórico se me atascó (el práctico también, pero menos) y desde entonces arrastro un pequeño trauma al respecto.

Y ese trauma es extensivo al examen de acceso a cualquier vehículo, llámese barco, avión o... bicicleta! Vamos, que difícilmente me veréis conduciendo un helicóptero. Igual si hubiera nacido en Alemania esta historia se hubiera resuelto mucho antes, sin traumas ni tensiones, porque resulta que los niños alemanes, a la tierna edad de 10 años (es decir, en cuarto de primaria), tienen que sacarse sí o sí el Fahrradführerschein.

¿¿¿Y eso qué es???

Pues el carnet de bicicleta, ni más ni menos.

Las clases las imparten dos policías, que van al colegio durante varios días (5, más o menos). Hay teoría y práctica. Les enseñan las señales de tráfico, las reglas de preferencia, como "poner el intermitente", por donde se puede ir y no ir, y demás reglas aplicables a la conducción en bicicleta, como que es obligatorio llevar casco o que si cruzas la calle tienes que bajarte de la bici.

Para las clases prácticas pintan un circuito en el patio del cole y ensayan lo que les han explicado en las teóricas, mientras los policías les miran y les corrigen los fallos. Y finalmente tienen el temido (por mí, no por ellos) examen teórico (tipo test, formato oficial) y un día después, el práctico. En el curso de Gonzalo no suspendió nadie, así que no sé qué pasa en esos casos. Según G, no pasa nada, lo vuelves a repetir hasta que apruebes, pero no estamos muy seguros. El caso es que yo no le vi para nada estresado con el tema, al contrario.

¿Resultado? Ahora se sabe las señales mejor que yo tan bien como yo, sabe cuando tiene preferencia y cuando no, tiene claro por donde debe circular; incluso como peatón va mucho más seguro. Y lo que nos faltaba (aunque era previsible) se ha convertido en un pequeño policía que nos saca los colores cada vez que hacemos algo mal... Por supuesto, tiene un carnet de bici propiamente dicho y puede legalmente ir al cole y por la calle en bicicleta sin ir acompañado por un adulto, que es de lo que se trataba.

Gonzalo, posando entusiasmado con su bici nueva. Cuando crezca la heredaré yo. 

Además, el día después del examen práctico se podían llevar la bicicleta al cole (las bicicletas con las que practicaron los días previos las traían los policías-instructores, "Mamá, es que venían con un camión!") para pasar una especie de ITV. Después de comprobar que tiene reflectores, luces delante y detrás, timbre y todos los accesorios obligatorios para una conducción segura, les pegan una pegatina y la bicicleta ya está homologada. Si no, no la pueden usar para ir al colegio.

Bike

Yo de esto saco muchas conclusiones. Habrá quien piense que son los alemanes son muy cuadriculados o que los niños son muy pequeños... Pero para mí es una muestra más de lo ordenados y disciplinados que son, de como hacer las cosas bien, desde el principio. Con 10 años los niños ya tienen un cierto grado de autonomía que no les viene nada mal, y prácticamente sin esfuerzo por su parte, porque desde luego Gonzalo no se ha agobiado lo más mínimo con el tema. Lo bueno es que ahora quiere ir a todas partes en bici, faltaría más, y yo le entiendo, porque ¿quién no se ofreció voluntario para hacer todo tipo de recados nada más sacarse el carnet de conducir? ¡Habrá que aprovechar mientras dure! Y seguro que cuando llegue el momento de sacarse el carnet de conducir, le resultará mucho más fácil que a mí.

EDITO para añadir que, para más inri, esto es absolutamente gratuito. El único dinero que hay que gastarse es el de la bici nueva para el niño (pero eso es voluntario, claro!)

Un día en Praga

Los que me siguen en Instagram ya sabrán que allá por finales del mes de mayo (madre mía, qué lejos parece, y no hace tanto!) maridín y yo nos hicimos una escapada de amantes (que, como dice mi amiga Karla, suena mucho mejor que de novios) aprovechando que los abuelos estaban de visita. La verdad es que pensaba hablar de ese viaje en otro momento, porque el tiempo (tema recurrente en este blog), no nos fue muy propicio y como que no pegaba en pleno mes de julio publicar fotos con cielos nublados y paraguas (al menos en el hemisferio norte). Pero por otra parte aquí en Munich lleva una semana lloviendo ininterrumpidamente y yo me he planteado seriamente volver a encender la calefacción (si no lo he hecho aún es porque la esperanza es lo último que se pierde: a lo mejor mañana sale el sol!).

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El caso es que, frío o no, he pensado que mejor publico ya las fotos de Praga, que no quiero que me pase como con las de Venecia, que al final salieron casi un año después...

La idea era pasar el fin de semana en la Bohemia Checa, pero ya que estábamos, cómo no parar en Praga, aunque fuera solo una noche, para poder aprovechar para pegarnos un buen madrugón (esta vez me acompañaron) y disfrutar del puente de Carlos en exclusiva. Quienes hayan estado en Praga sabrán lo que puede ser caminar por este puente en hora punta... no tiene nada que ver. Si en cualquier sitio merece la pena madrugar, aquí, más (y eso que como estaba nublado no pudimos disfrutar del amanecer, eso ya habría sido para nota!):

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Luego empezó a llegar más gente: monjas, turistas madrugadores, e incluso un par de parejas de novios chinos que se presentaron vestidos de occidentales para hacerse fotos en el puente. Aunque ya era tarde: nosotros llegamos primero!!!

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Después de recargar pilas en un Starbucks (que era lo único abierto a esas horas), ya que estábamos subimos al castillo. A todo esto, todavía no debían ser ni las 8...

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Nos dimos una vuelta por el centro, comimos tranquilamente, nos subimos a la Torre del Reloj, nos mojamos bajo la lluvia... La verdad es que Praga no puedo hacer muchas recomendaciones, simplemente pasear por la ciudad ya es maravilloso, aunque llueva. La Torre del Reloj, el cementerio judío (esta vez no fuimos porque ya habíamos estado antes), la plaza de Wenceslao, el puente de Carlos (¡bien temprano!), sus callejuelas, el castillo... La he visto bajo el sol y bajo la lluvia, ahora solo me queda verla nevada.

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Como sólo estuvimos unas horas, no tuvimos tiempo de probar muchos restaurantes. Pero habíamos hecho los deberes y encontramos un par de sitios que se pueden recomendar. Comer en la República Checa es muy barato (al menos comparado con Alemania y con España), así que nos dimos el gustazo de buscar buenos restaurantes, un poco alejados del circuito turístico, eso sí, porque la comida checa no se caracteriza precisamente por ser exquisita y sofisticada... aunque se puede comer muy rico si se sabe buscar bien:

Restaurante Coda, Trziste 9 - 420 225 334 761 (al otro lado del Puente de Carlos): caro carísimo para lo que es Praga... pero no tanto comparado con Madrid o Munich. Nosotros tomamos el menú degustación, que no recuerdo cuanto nos costó, pero no nos pareció nada excesivo. Por desgracia el tiempo no nos permitió comer en la terraza, desde donde las vistas, dicen, son espectaculares.
Restaurante U Kroka, Vratislavova 12 - +420 775 905 022: lamentablemente llegamos demasiado tarde y la cocina estaba cerrada (ya nos habían avisado), pero las críticas eran muy buenas y las vistas prometían. Sólo lo pongo aquí por si alguien va y me quiere contar qué tal!

Mis hijos cenan con agua mineral

Mineral CON gas, que aquí se llama MineralwasserLos adultos no, claro. Y Olivia, de momento, tampoco ha caído rendida a los encantos del gas.

Los domingos desayunan Apfelschorle (zumo rebajado con agua con gas) (cuando les dejo) y Krapfen de mermelada (parecidos a las berlinesas, pero con rellenos variados) o Brezen con mantequilla.

Su plato favorito es el Wienerschnitzel (el filete empanado de toda la vida, pero al estilo vienés, que suena mejor), preferiblemente mit Pommes (o sea, con patatas fritas). Y lo riegan con Spezi, una refrescante bebida consistente en cola mezclada con naranjada que se puede comprar hecha. Sin comentarios.