Una semana casi cualquiera

El lunes, Olivia merendó mientras leía una revista (o más bien un catálogo de esos que nos dejan en el buzón todas las semanas).


El martes, se maquilló (espero que conserve el sentido del humor cuando sea mayor y vea que esto se ha hecho público! Ella es así, excesiva, intensa y femenina al cien por cien).


El miércoles jugamos a ser fotógrafos.


El jueves, Olivia y Rodrigo leyeron un libro con Papá antes de ir a dormir.



(Desde que Olivia descubrió este libro -que lleva años en casa y a todos les ha encantado- está obsesionada con los dragones, casi tanto como con los ponys. Y eso que no salen princesas!).

El viernes, Rodrigo celebró su cumpleaños con sus amigos (mes y medio después, en nuestra línea, batiendo records!)


El sábado Olivia se pintó las uñas.


Y el domingo, descansamos.

(sí, hay un tercero en discordia, pero sigue poco colaborador y cada vez más preadolescente. Habrá que adaptarse...)


Dando la vuelta al Lago di Garda (II parte)

Continuamos con la crónica de nuestra mini luna de miel en el Lago di Garda. Fueron sólo dos días, tres si contamos el viaje en coche, pero desde luego, muy bien aprovechados. Tomen asiento, que vamos a visitar unos cuantos pueblos hoy...


Este pueblo me gustó mucho, mucho. En realidad es como todos los demás, no sé si fue la luz (empezaba a caer el sol), el Aperol que nos tomamos (sí, eso debió tener algo que ver!), o que verdaderamente tiene un encanto especial, el caso es que lo recuerdo con cariño.


Sirmione es el pueblo más turístico, dicen, el que hay que ver sí o sí. Nosotros hicimos noche allí porque nos venía bien, tal y como habíamos planteado el viaje. Dormimos en un hotelito encantador a orillas del lago y debimos tener suerte, porque no había apenas gente y casi podríamos decir que teníamos el pueblo para nosotros solos.

Y yo volví a madrugar. El tiempo esta vez no acompañó (estaba nublado), pero a pesar de lo que me costó levantarme, me volvió a encantar la experiencia... me carga las pilas esto de levantarme al amanecer, ¡lástima que me cueste tanto!, y creo que lo voy a incorporar en mis rutinas "viajeras" a partir de ahora. Me consta que más de uno y más de dos piensan que estoy mal de la cabeza, pero yo sé que ahí fuera hay gente que me entiende, ¿verdad?

El casco antiguo de Sirmione está en una pequeña península que se adentra en el lago. Y para entrar hay que atravesar el puente levadizo del castillo de Rocca Scaligera, visita altamente recomendable, como veréis a continuación.


Desde arriba del todo se ve perfectamente la península de la que hablaba más arriba: al norte, el lago, al sur, tierra firme. Un sitio privilegiado, ¿verdad?
20130323_Sirmione_6

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Y para los amantes de las ruinas, Sirmione tiene su propia villa romana, "Las cuevas de Catulo", que por lo visto, ni son cuevas, ni son de Catulo, pero bien merecen una visita.

Entre Sirmione y Limone, el siguiente pueblo, hicimos noche en Verona. No nos pillaba precisamente de camino, pero ya que estábamos... Aunque mejor lo cuento otro día, que la patria de Julieta se merece su propia entrada.

20130324_Limone

Aquí el tiempo ya no era el del primer día, ni siquiera el del segundo, pero nos dio igual mojarnos. Limone, como su propio nombre indica, es el pueblo de donde viene el Limoncello. Y un sitio encantador y pintoresco, encajado entre paredes de piedra y el lago, y donde casualmente aprovechamos para aprovisionarnos de productos italianos (no seáis malpensados que precisamente Limoncello no compramos).


El viaje terminó en Riva del Garda. A estas alturas todos los pueblos nos parecían iguales, y por eso nos dejamos un par de ellos sin visitar: así tenemos excusa para volver, ¿quién se apunta?

Próxima parada: Verona. 

aquí, la primera parte del viaje.

Desconexión y paisajes italianos: el lago di Garda (primera parte)

Que este invierno ha sido el más largo de la historia no creo que a estas alturas sea ninguna novedad para nadie. Por si eso fuera poco, también ha sido (por lo menos por aquí) el más oscuro que se recuerda. Y, como no, tema estrella de conversación, superado últimamente por "¿eso de ahí es el sol?". Hasta hace sólo unos días, mirabas por la ventana y aún quedaban montoncitos (o montonazos, según se mire) de nieve despistados... es más, seguro que aún queda alguno. Y es que, según dicen por aquí, "April macht was er will", o sea, abril hace lo que quiere, lo que viene a significar que hemos cambiado la nieve por lluvia-cincominutosdesol-máslluvia-parecequevuelveasalirelsol...- y así sucesivamente... siempre tocando madera, porque el año pasado la última nevada fue el día 8 de abril, y ya sabemos que abril se sale siempre con la suya...

Menos mal que al final de nuestra hibernación forzosa, maridín et moi tuvimos la oportunidad (que nos apresuramos a coger al vuelo, no fuera que alguien cambiase de opinión!) de escaparnos un fin de semana sin niños (yuhuuuu!). Elegimos el Lago de Garda, principalmente por su fama de soleado y de "playa de Baviera". Muchos teutones veranean por esta zona, y no me extraña, porque debe ser lo más parecido al mar en 400 kms a la redonda.Y con clima mediterráneo.

En vista de la ausencia de niños protestones ("Mamá, qué pesadaaaa con las fotos!") me pude explayar a gusto, así que mucho me temo que esto da para dos o más bien tres entradas a lo "folleto turístico". Porque visitamos tantos pueblos (7 concretamente, más Verona, que merece su propia entrada) e hice tantas fotos que no me caben todas en una sola. Eso sí, retratos (y autorretratos) casi ninguno. Ooops! Ya subsanaremos eso más adelante.

A título informativo: el Lago de Garda queda a unos 400 kms de Munich. No es grande, es inmenso (el más grande de Italia), tipo mar, y está rodeado de pueblecitos medievales y perfectamente cuidados, todos ellos con su pequeño puerto, sus heladerías, sus tiendas de productos italianos, sus trattorias, sus civilizados turistas alemanes... ay, qué ganas de volver!

Primero, ya que me pongo en plan folleto turístico, un pequeño croquis de nuestro itinerario (faltan pueblos, claro, no nos dio tiempo a verlos todos):

En Malcesine paramos a comer, a pie de playa, como quien dice. La pasta nos supo a gloria y nos encantaron sus callejuelas estrechas y pintorescas...

Torri del Benaco es minúsculo pero precioso, menos turístico quizás que el resto, y muy auténtico, como Malcesine, o eso nos pareció (probablemente porque es donde menos turistas vimos. Vamos, que no había nadie!)


Bardolino ya es más grande, más turístico (o con más ambiente, según se mire). Aquí hicimos la segunda parada técnica: helado! (en honor a los niños, todo hay que decirlo, que nos rogaron encarecidamente que les trajéramos unos cuantos kilos de helado italiano como souvenir).
(Eso que se ve volando es un hidroavión teledirigido, una pasada!!!!)

... continuará.
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